sábado, octubre 09, 2010

“Nunca fui políticamente correcta, tampoco ahora”

Un documental sobre la violencia de género vuelve a poner a Florencia Peña en el rol de conductora. La actriz explica cómo empezó su metamorfosis, por qué cree que al medio le molesta su libertad y cómo logró superar la necesidad de aprobación constante.

"Nunca en mi vida había tenido el pelo tan corto. Es otra manifestación del proceso que estoy viviendo", reflexiona Florencia Peña frente a un comentario sobre su cambio de look. Hace un mes decidió cortar su melena por encima de sus hombros. Experiencia que hasta ahora no se había animado a vivir. El impulso para hacerlo no surgió de algún interés por perseguir la moda; lejos de eso, dice que su metamorfosis se originó desde su interior. La verdadera transformación comenzó mucho antes de que las tijeras le acortaran la cabellera. “Empecé a ver que había un desfasaje entre quién soy y lo que se veía de mí. Hubo toda una construcción compleja que sin querer dejé que avanzara. Estaba la Florencia que salía en las revistas medio en bolas, hablando de sus hijos, que se dedicaba al humor y que siempre tenía una salida ocurrente lo que ayudó a armar un combo de trivialidad. Aparecía como una mina a la que todo le resbalaba y me amargaba descubrirme de esa manera porque nunca fui así.”
El giro de timón la ubica hoy transitando un camino al que define como “el más interesante de mi vida, el más trascendente. Todo lo que me está pasando como persona me está haciendo ser mejor actriz, porque no hay manera de que no esté ligado lo que uno vive como persona a la capacidad que uno desarrolla para actuar. Un actor es un gran observador de la realidad, del entorno, y cuando uno puede plasmar ese entorno de una manera verídica, natural, es porque algo sucedió en ese proceso.” Florencia Peña decidió con total convencimiento empezar a escribir su propio libreto para actuar sobre la realidad y ayudar a cambiar un poco la historia. “Hacía un tiempo que estaba recibiendo señales de que la cosa ya no iba por donde estaba yendo”, admite.

–¿Cuáles fueron las señales?
–Que me fuera mal en la tele y que creyera que eso era algo que tenía que ver conmigo. Y, en realidad, luego descubrí que me estaba yendo mal porque estaba eligiendo mal. Luego de hacer La Niñera y Casados con hijos, llegó Hechizada y luego Uno de dos, con Luis Luque y Fabián Vena, donde la apuesta fue sólo de actores. A ambos productos les fue mal de rating. Por suerte venía paralelamente haciendo cosas buenas en el teatro que fue mi fuga, el espacio donde seguir creciendo con mucha fuerza.
–¿Con la seguidilla de sitcoms venías acostumbrada a ganar el podio de audiencia?
–Puede ser. Pero cuando la tele empezó a ponerse hostil y el afuera también, lo que entendí es que yo no persigo el éxito. El éxito es una consecuencia y no es nada más que eso. Lo que sí persigo, quizás de una manera muy utópica, es la inmortalidad, lo que pueda dejar. Nadie se va preguntar cuánta gente metí en el teatro o cuánto rating hacía. Lo importante va a ser el trabajo, lo que deje como artista con mi talento. Cuando veo una película de Meryl Streep no me pregunto cuánta gente metió en el cine. No me importa, lo que rescato son sus trabajos conmovedores.
–¿Crees en el rating?
–Voy a poner en tela de juicio a Ibope. ¿Cómo va a haber una sola medidora? ¡Es un monopolio! No puede haber una sola porque ¿cómo constato que nadie pagó para que los números fueran favorables para uno u otros? ¿Yo qué sé? El rating en los canales como el 13 y Telefe es sinónimo de negocio, de más anunciantes. Por supuesto que va a ser distinta mi postura con Canal 7. Estoy orgullosa de Sr. y Sra. Camas, la tira que vamos a hacer en 2011. Después de veinte años el canal volverá a producir una tira, y vamos a trabajar con los técnicos y los estudios de ahí. Y no es un negociado con los Kirchner, como dicen. Voy a trabajar más porque además de actuar, produzco y voy a ganar menos. Pero estoy orgullosa de hacerlo.
–¿No te parece que la empresa artística está muy obsesionada con la cantidades? ¿No está sobrevaluada la posición en el podio del rating y las taquillas?
–¡Claro! Mi valor empezó a no cotizarse cuando dejé de tener rating, poniéndome a mí una mochila que yo nunca tuve porque siempre entendí que, cuando me iba bien, era como consecuencia de algo que ni siquiera me pertenecía. Así como no me cargué los éxitos, no me cargué los fracasos, ambas cosas les pertenecen al medio. No trabajo para ser exitosa, trabajo para sentir que estoy haciendo algo que me llena.
–¿Dejaste Botineras porque no te satisfizo?
–Renunciar a Botineras fue el último eslabón para cortar la cadena que me tenía atada a un espacio, a un pensamiento. No quería hacer un drama. Había sido convocada para otra cosa. Yo creé a Giselle, me cambié el color del pelo y de entrada funcionó muy bien el personaje. Pero al virar los libros, entendí que no había lugar para mí. Vivir eso fue muy necesario, ahí me terminó de caer la ficha.
–La tira utilizó muy bien tu ausencia porque fue el primer giro que sumó intriga y atrapó al público.
–Jodo con que repetida y muerta, garpo (risas). A partir de ahora me repiten, me repiten hasta el hartazgo o entro y me matan y sigue la historia. Más allá de eso, fue muy importante bajarme. Mi carrera es una consecuencia de mis elecciones, de las que no me arrepiento, ni siquiera de aquellas que me han llevado a lugares no tan agradables. Creo que al medio le molesta mi libertad. Nunca fui políticamente correcta, en nada, menos lo soy ahora. He sido siempre muy criticada, más que alabada.
–¿Por qué sentís eso?
–Porque cierto periodismo de espectáculos siempre ha tenido conmigo una relación de amor-odio. Llegar hasta acá me costó mucho, aunque no me costó más que a un obrero que gana mucho menos que yo. Tengo muy en claro que mi esfuerzo no es la consecuencia de lo que gano, estoy en una carrera en la que se gana bien cuando ocupás un lugar como el mío. Por eso me alíneo con determinadas situaciones. Ocupo un lugar muy alto en mi profesión, me ha ido muy bien, no puedo quejarme, pero sostener lo que conseguiste es duro. Seguís trabajando para que te compren una entrada y para que los demás te quieran y si no lo lográs, se te viene el mundo abajo. Con muchos años de terapia pude superar el miedo a que no me quieran. Me siento mucho más potente desde que las opiniones respecto a mí no son unánimes, eso me tranquilizó.
–¿En qué sentido?
–Por primera vez digo: “soy esto”. No careteo más nada, no quiero quedar bien con nadie más. Eso no quiere decir que yo cometa sincericidio o sea una irrespetuosa. Cuando recibo críticas o ataques por lo que elijo hacer o decir, más sustento mi elección. Ahora el debate alrededor mío, está corrido. Se desvió el foco.
–Hoy sos un personaje político. ¿Cuándo decidiste salir a expresar tu ideología?
–Empecé a volverme loca con el tema de la 125 (la resolución que establece alícuotas variables para las exportaciones de granos), eso me desquició, pasó a ser mi tema de conversación en casa. No podía creer que ningún medio criticara la toma de las rutas. Veía 6, 7, 8, que recién empezaba y aún no era lo que es hoy y llamé a Gvirtz para decirle: “quiero ir a tu programa”. Fui y me despaché sin ningún problema, no tuve miedo de decir lo que pensaba. Y luego de eso, me terminó de rematar la frase: “Basta de hablar de Derechos Humanos, matemos a los que matan.”
–Frase que dijo Susana Giménez. ¿Qué consecuencias te trajo salir a decir que no estabas de acuerdo con ese pensamiento?
–No volví más al living de Susana ni a la mesa de Mirtha. Y las respeto mucho. Tenía muy buena relación con Susana. Cuando elevo mi voz diciendo que no estoy de acuerdo con lo que dijo, en realidad no estoy atacando a Susana, porque ella no hace más que ser la vocera de un montón de gente que piensa así. Y tampoco se trata de imponer mi verdad como la única, sentí que si querían debatir realmente sobre inseguridad, era necesario salir a hablar de la desigualdad social de la que todos somos responsables. Tengo un antecedente que me da el status moral para hablar de esto: después de lo que me tocó vivir cuando cinco pibes entraron a casa y estuvieron dos horas y media armados y encapuchados, sin saber cómo iba a salir de esa situación, en la que estaba con mi hijo de tres años. Luego de ese episodio, no salí a decir: “Matemos a estos pibes.” Ahí el quiebre fue más fuerte y quedé como la zurdita y además la kirchnerista.
–¿Te reconocés como militante K?
–En este momento, militar por Derechos Humanos, estar a favor de la Asignación Universal por Hijo y decir que sos una persona que quiere que la ley se aplique es ser militante K. Por eso cuando me tildan de militante K, digo que sí. En realidad, mi compromiso es con un montón de causas que para mí exceden a los Kirchner. Soy madrina de una fundación del Colegio Lasalle en González Catán, donde tienen un programa para sacar a los pibes que están judicializados. Empecé a ayudarlos, en pequeñeces, en que puedan ir al teatro, por ejemplo. Su eslogan es: “Ningún pibe nace chorro”, cosa en la que creo. Puedo criticar un montón de cosas de este gobierno, pero son muchas más aquellas a las que adhiero. Hoy, para criticar hay 300 diarios, entonces quiero ser de las personas que rescatan lo valioso. El domingo leí algo que dijo Lula: “Llevamos 500 años de desigualdad social, en ocho no vamos a lograr que las brechas se acorten.” Es lo mismo para la Argentina: entendiendo que estamos en el comienzo de un camino, falta trabajar hasta alcanzar la llegada.


Fuente: http://tiempo.elargentino.com

No hay comentarios.: