martes, enero 19, 2010

Violentos

"Un Dios Salvaje" de Yasmina Reza, la obra que triunfa en Broadway y en Londres, ahora en Argentina junto a un elenco estelar.

El aire se siente un poco más espeso en la sala cuando termina el ensayo de Un dios salvaje. El inmaculado living blanco armado sobre el escenario ya no parece tan elegante, ahora que contiene los cuerpos exhaustos de los cuatro personajes que lo acaban de usar como campo de batalla.

"Muy bien, chicos", dice el director, Javier Daulte. Son como palabras mágicas para Florencia Peña, María Onetto, Gabriel Goity y Fernán Mirás, que les permiten abandonar a sus personajes y empezar a relajarse.

Tarea difícil después de haberse embarcado en ese viaje turbulento, de la civilización a la barbarie, por el que los lleva la obra de Yasmina Reza, que estrenarán el próximo viernes, en el Paseo La Plaza. Una obra que ellos mismos describen como fascinante, rara, graciosa y terrible.
El argumento es sencillo, aunque lo que sucede no lo sea. Dos parejas que no se conocen se juntan a intentar solucionar un conflicto de sus hijos. El hijo de Alan (Mirás) y Ani (Peña) le rompió los dientes de una trompada al hijo de Verónica (Onetto) y Miguel (Goity). "Todo empieza con una aparente tranquilidad, y la obra nos va llevando a un planteo que tiene que ver más con nuestra violencia, y los chicos quedan de lado -dice Peña-. Nos empezamos a desmoronar y quedan al descubierto nuestras miserias." Para Mirás, el inicio del conflicto es algo simple pero que resulta revelador: "Empieza a aparecer algo de lo que uno proyecta en los hijos y lo que los hijos le devuelven. Cómo la actitud de un hijo que le pega a otro chico y la pregunta de qué hacer con eso te devuelve la imagen de qué tan salvaje es tu hijo o qué tan salvaje sos vos. Le tratás de enseñar cómo te parece que el mundo tendría que ser, cuando en realidad ni siquiera estás tan seguro de que podés ser civilizado", explica el actor. Según Onetto, la obra también habla de cierta impotencia de los poderes pacificadores de la cultura. "Al principio, ellos están muy entusiasmados de poder conciliar el conflicto de los chicos. Es involuntaria la manera en que aparece el estallido", dice la actriz.

Mostrar el estallido de la violencia latente que se esconde en el alma de seres supuestamente civilizados es, según los actores, en gran medida responsable del éxito que la obra tuvo en distintas partes del mundo (ver recuadro). "Reflexiona sobre la idea de que el ser humano tiene una violencia que ha tratado de ser domesticada a lo largo de la historia, con bastante éxito, pero que en un lugar se filtra, a través de distintas situaciones -dice Onetto-. En este caso, una pequeña anécdota, la rotura de un diente, que hace que esta gente estalle y muestre una zona que tenía muy retenida. Cualquier persona puede identificarse con eso que uno intenta retener y que, a veces, no puede."

Mirás opina que el nudo del asunto es muy universal. "Lo central no pasa por un conflicto local. Me hace acordar a las reuniones de consorcio. De golpe, uno se levanta y se arma un quilombo terrible."

Peña coincide en señalar que el debate sobre la violencia es parte de lo que hace que Un dios salvaje resulte atractiva para públicos tan distintos: "Para mí, cada uno se lleva de la obra lo que tiene que ver con su vida. Creo que el teatro es eso: irte con algo que no traías. Para mí, esta obra te va a dejar pensando, y la conclusión la saca el espectador. Muestra pero no baja línea y el público completa".

En la presentación de esta situación, tal como la plantea Reza, los personajes no se destacan de forma individual, sino que cada uno cumple una función. "Es la primera vez que estoy en una obra donde el personaje en sí mismo no es tan importante -dice Peña-. La situación es la vedette de la obra. No es una pieza en donde el actor se plantee de dónde viene el personaje o a dónde va. De hecho, por ejemplo, nunca se sabe a qué se dedica mi personaje." La actriz subraya la importancia del trabajo grupal del elenco: "Si tuviéramos una actitud egoísta, la pifiaríamos. Eso no quiere decir que no nos podamos lucir como actores. Javier es un gran director intelectualmente, pero además es muy amoroso, y eso ayuda mucho", concede Peña.

Según Goity, la obra depende absolutamente de la conexión de los actores. "Todos los personajes forman un personaje, que es la obra. Como dijo Daulte en un ensayo: «Vomita la obra, no un personaje»", dice el actor, quien señala el carácter coral de la pieza como uno de sus mayores atractivos. Peña coincide, y agrega que se trata de una obra de cuatro actores en donde no puede fallar el engranaje. "Esta obra es re- heavy y requiere encontrar la propia violencia. Es exorcizante venir a sacar la violencia al escenario, pero terminamos muy agotados."

Los actores admiten que la fascinación que hoy sienten por la obra no surgió desde el primer momento. "Hay una primera lectura en donde uno intuye que hay algo más para descubrir -explica Onetto-. Algo que está filtrado y que, desde la dirección y desde los actores, tendrán que darle ese espesor. Parece que la autora no se molestara en decir que su obra es buena y que le gustaría que se hiciera de cierta manera. Es como si esta mujer planteara el asunto y confiara en que la sabiduría que ella probablemente tenga se vaya a escurrir."

Esta particularidad es, para Mirás, parte del atractivo de Reza como autora teatral. "Es una de las autoras que más me interesan. Vi muchas veces Art y disfruté mucho hacer La forma de las cosas . Me resulta muy curioso que sean obras que tarden mucho en hacerse, porque son muy raras al leerlas. Con ésta nos pasó lo mismo. La leés y no terminás de entender. Cuando estás en medio del trabajo, de a poco, empieza a aparecer algo que estaba en el texto. Por momentos parece una charla grabada, pero cuando se empieza a trabajar les encontrás lógica a esas cosas que parecía que no tenían nada que ver." Según Mirás, cada obra de la autora francesa provoca ese desconcierto inicial: "Pasó con Art, que anduvo dando vueltas, siendo rechazada por actores conocidísimos hasta que Ricardo Darín, Germán Palacios y Oscar Martínez la hicieron. En otros proyectos sé que también se arrancó con dudas".

Más allá de las similitudes que puedan señalarse, Peña no duda en afirmar que Un dios salvaje es la más turbulenta de las obras de Reza. "Ni Art ni Tres versiones de la vida ni El hombre inesperado tienen la crueldad y la violencia que tiene esta obra. Desde el principio hasta el final pasamos por quinientos estados. Nos reímos, lloramos... hay un disparador constante de emociones que hace que la obra sea muy rica", dice la actriz de Casados con hijos . Por su parte, Goity confiesa que se enamoró de la obra en los ensayos: "Cuando la leí no me fascinó. Trabajándola y con la puesta de Javier terminé enamorándome".

La puesta que propone Daulte, según explican los actores, es muy distinta de las que se hicieron en otros países. "En Broadway es una comedia, está actuada como tal -cuenta Peña, quien viajó a Nueva York para verla-. No está contada como la contamos nosotros, con esta violencia. Pero me parece que es porque ellos tampoco viven su vida así. Los norteamericanos son más pacatos y tienen otra forma de mostrarse en sociedad. Después les pasan cosas terribles, como la masacre de Columbine: entran unos chicos a un colegio y matan a todo el mundo. Lo genial de Javier es que nos hace ir al fondo y nunca se preocupa por la comedia, que igual aparece. Hay cosas muy graciosas, pero no porque nosotros las hagamos graciosas."

La gracia perversa de la pieza reside en el derrumbe de las apariencias y la aparición de la violencia visceral. Progresivamente, los personajes se alejan de los buenos modales y se dejan llevar por la corriente de violencia interior. Para el final, ya no son los mismos ante sus propios ojos, ni ante los nuestros.



Fuente: http://www.lanacion.com.ar/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te Quiero Diosaa ♥
Hermoso el Blog...!
Besito!