lunes, abril 19, 2010

"Es un problema disimular que te equivocás"


Cuando la gente quiere hablar de lo que quiere, lo mejor es dejarla: cuenta cosas que por lo general se guarda. Entonces es necesario abrir el corazón si se quiere aprender más de lo que escucha el oído.

"No me interesa salir a dar notas al pedo. Eso lo fui aprendiendo. He dado notas al pedo. Por ahí por la creencia de que había que estar. Prefiero dar notas cuando tengo un motivo, porque en mi caso se empieza confundir la persona con el personaje. O como ahora, que en la situación del país me da necesidad de salir a dar notas sin más justificación que la mera necesidad de decir lo que pienso.

Empecé a trabajar a los seis años y en estos casi 30 que llevo de alguna manera siento que fui encontrando mi arte haciendo, a prueba y error. Soy muy inquieta, entonces me fui metiendo en muchos vericuetos. En algunos he logrado sacar provecho y entender que era por ese camino, en otros a entender que no era lo que quería. Agradezco ambos. He comprendido mu-chas cosas equivocándome. Tengo una personalidad muy así: necesito entenderlo en carne propia. No me ha servido mucho que los demás me digan esto no. Hay algo en la actuación que tiene mucho que ver con esto: cuando uno inicia un proceso para llegar a un personaje, arranca desechando, por dónde no, para empezar a encontrar por dónde sí. Siento que un poco la vida es así. Por eso tengo una carrera en la que recién hace pocos años estoy haciendo lo que quiero, y aún así me sigo equivocando. Tiene que ver con la vida. No le tengo miedo.

En una carrera expuesta como la mía los aciertos y desaciertos están a la vista. Tengo que cargar con ambos. Tiene un alto costo en tanto y en cuento uno no se haga cargo. El problema es tratar de disimular que te equivocás, o que te puede ir mal. En muchas situaciones veo cómo hay gente que trata de disimular que pudo haber errado. ¡Es parte de la vida! No hay crecimiento si no hay caída. Me causa gracia cuando veo que se trata de tapar el error. El error en realidad es una posibilidad hermosa. Soy una persona que me he equivocado mucho. ¡Claro que no se puede disfrutar del error! Pero no podés quedarte enganchada en el error, porque no hacés más nada. Cada error es distinto, y no tiene la misma profundidad. No es lo mismo haberme equivocado en una relación que equivocarme en un trabajo. Hay cosas que tienen un alto grado de profundidad, de las que cuesta más salir, o entender por qué está sucediendo eso, o qué hay que aprender de eso. A mí me llevó veintipico de años estar donde estoy. No por lo que hice, sino por lo que me di cuenta que necesitaba hacer. No todo lo que hice me dio grandes satisfacciones. Muy pocas fueron. Pero las que no me la dieron, primero me llevaron a poder disfrutar las que me dieron, jaja, y después a darme cuenta por dónde. Porque me reconozco como alguien que se piensa mucho, me chequeo todo el tiempo, en qué estoy, en qué ando, si estoy siendo honesta conmigo. Y por ahí tomo caminos más complicados, no elijo la comodidad. En general le huyo a la comodidad, me parece que desde ese lugar no hay crecimiento.

Concibo el éxito como algo ajeno a mí. No lo persigo como un objetivo. Es una consecuencia de algo que aún hoy no lo puedo explicar, porque la ecuación de que algo sea bueno no quiere decir que vaya a ser un éxito. Lo único de lo que me tendría que ocupar es de hacer cosas que me den placer; primero a mí, sin especular en el resultado para el afuera, sin ver qué es lo que el público está esperando de mí. Entonces cuando me veo especulando sin querer, me encuentro siendo infeliz. Y ahí es donde digo: no está bueno, mejor sería correrme de esta situación, y aprender. Pero eso no quiere decir que no vuelva a caer una y mil veces en los mismos errores: entiendo que eso también tiene que ver con la vida. Ojalá fuéramos seres que pudiéramos aprender del primer error, seríamos todos mejores. Pero a veces uno necesita muchas señales o muchas caídas para entenderlo.

Estoy en un momento muy interesante porque me doy cuenta que por primera vez estoy sintiéndome muy honesta conmigo. Me hago cargo de las cosas que me tengo que hacer y trato de entender qué es lo que me llevó a esa situación. Eso es algo que hasta hace unos años no me pasaba. En general por ahí transitaba algo y trataba de no conectar tanto para no sufrir. Como creo absolutamente en que cada cosa que tenemos en nuestra vida nosotros la pusimos ahí, también creo que la podemos sacar. No sé cómo se ve de afuera, pero sé cómo se ve de adentro: es muy vertiginoso, todo el tiempo la sensación es como tirarse al vacío sabiendo que el paracaídas se va a abrir, obviamente, porque tampoco soy kamikaze. Creo en el riesgo a todo nivel (de endeudarme para tener una casa a producir un espectáculo, tener un hijo con Mariano a los tres meses de conocerlo). En esa fórmula con Mariano funcionamos muy bien: nos apoyamos y nos incentivamos en el riesgo. Y eso es algo que no me había pasado hasta ahora. Es una unión muy potente cuando encontrás a alguien que te dice: loca arriesgate, está buenísimo, yo te banco.

Florencia Peña se emociona por primera vez en la entrevista. La próxima será cuando hable del coraje de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La última, cuando intente explicar lo terrible que es decir y actuar para quitarle la esperanza a la gente, como ve que varios quieren en la Argentina de hoy. Porque la edición es necesaria, no sólo por una cuestión de espacio, las últimas emociones no aparecen: se trata de elegir, y al hacerlo, respetar el espíritu de quien habla, única manera de poder expresar la voz propia, porque siempre se habla, aunque no se pronuncie. En los últimos tiempos me di cuenta que hay algo que genera mucha resistencia: la libertad del otro. Cuando encuentro a alguien que tiene libertad me da una envidia… Sana, porque soy una gran admiradora de los seres libres, de los que están donde tienen ganas de estar. Cuando uno se piensa, encuentra respuestas. Lo que pasa es que a veces uno no quiere ecucharlas, entonces prefiere no pensarse. En este momento hay algo en la humanidad con esto: no nos estamos pensando. Veo seres frustrados. Me encuentro todo el tiempo con gente que tiene ganas de expresarse, de patear el tablero y le da mucho terror, y esa no libertad en la que viven le genera mucha presión. Ver a alguien libre en sus ideas, en su manera de relacionarse, en sus decisiones es algo que genera mucho rebote positivo y mucho negativo. En la vibración del amor lo opuesto es el odio.

Me gusta tener una posición tomada. Los enemigos son enemigos elegidos, tengo una postura frente a la vida. Es imposible que todos me quieran, hace rato que dejé de buscar eso. Cuando era más niña sí. Después de muchas horas de terapia empecé a entender que al igual que el 99 por ciento de la población quería que me quisiera todo el mundo. En ese lugar terminaba siendo un híbrido. Desconfío de las personas que quieren ser amadas por todo el mundo. Hay grises, pero creo que hay cosas que son blancas o negras. En eso disiento con lo que se dice que estamos viviendo una etapa de polaridad. La verdad es que estás con los milicos o no, no hay punto medio. Y los puntos medios nos llevan muchas veces a estar en lugares que no nos hacen bien. Siento que abrí una puerta de la que es muy difícil volver: sentir que tengo que ser fiel a mí. No puedo no serlo. Me produce mucha angustia. Me da mucha tristeza cuando me encuentro en una situación en la que digo: por qué estoy acá, por qué volví a caer en la trampa. Porque a veces, hablando de lo artístico, el ego te juega muy malas pasadas. Y correrse del ego es algo con lo que uno tiene que pelear toda la vida.

Estoy en una carrera diferente a la de Mariano, que también tiene pros y contras. Pero entre los pro es que no tiene que rendirle cuentas a nadie. Su arte trasciende. Hay algo genial en eso, él es un artista, no importa cuánto vende, su arte es mucho más importante. El nuestro es al revés: primero vemos si sos exitoso y después cuán bueno sos. Y como está todo mezclado, tratar de diferenciarse, y correrse de ese lugar, es ser honesto. He hecho muchas obras en las que me fue muy bien y no la pasé bien. Para mí el éxito es estar haciendo exactamente lo que quiero y que eso me dé algo nuevo. El éxito y el fracaso son coyunturales.

No me genera nada la lucha por el primer puesto. Somos seres mortales y lo que buscamos es la inmortalidad. Y la inmortalidad no te la da ni el rating ni la cantidad de espectadores, te la da el arte, lo poco o mucho que puedas dejar. En “El libro de los abrazos”, de Eduardo Galeano, hay un texto que cuenta que hay un ser que se sube a una montaña y ve a la humanidad toda entera en la que cada uno es un fueguito; hay unos más potentes, otros menos, ninguno es igual a otro; hay fuegos que no queman, ni arden, pero hay algunos que son tan fuertes que cuando uno los ve no puede dejar de encandilarse. Quisiera ser esa clase de fuego. Por eso digo: no puedo pasar desapercibida, me muero, me descompongo, para bien o para mal, quiero dejar una huella en algo. Por eso busco todo el tiempo que mi arte crezca.

Me estoy ocupando desde hace tiempo de unir el quien soy como persona con el arte que muestro. Hubo un momento, quizás todavía reciba los coletazos, donde lo que soy se contraponía con lo que mostraba. La gente me reconoce como comediante, y hay algo que recibo de eso, algo que los que conectamos con la risa y hacemos reír a otros somos un poco frivolotes. Tomamos la vida en solfa, muy liviana. Y siento que muchos trabajos que elegí hacer, y que con la distancia me arrepentí un poco, me han llevado sin querer a que la gente tuviera una percepción mía muy alejada de cómo soy en mi vida, mis afectos, qué profundidad tengo frente a las cosas. Me di cuenta que había algo fallaba en la comunicación.

Mi arte está muy mezclado con quien soy. No puedo decir que tengo una profesión. Soy actriz. No hice otra cosa en mi vida. Tengo una pasión por lo que hago que no puedo dividir quién soy. Cuando siento que estoy en un lugar donde podría no estar, me corro. Eso me pasó con “Botineras”. Sin desmerecer en absoluto el trabajo de los demás. Podría dar un montón de razones por las cuales me podría haber quedado, porque además al programa le está yendo bien. Pero no era feliz. Cuando pienso en mis hijos, en qué puedo darles, nunca es lo que digas, siempre es lo que hagas. Y pienso que lo mejor que uno puede darle a sus hijos es la honestidad. Quiero que mis hijos sean personas que vayan en busca de sus sueños. No de una manera utópica y abstracta. Lo que quieras en la vida, andá y tomalo. Porque Mariano y yo somos así. Nos ha costado llegar hasta acá, pero hemos ido a tomar aquello que sentíamos que nos pertenecía. Y quiero que mis hijos vean eso de nosotros. El otro día hablábamos con Mariano y decíamos: ¿qué te puede dar tanto orgullo de un hijo? Que sea fiel a sus deseos.

Hay algo que es más fuerte que lo que uno dice. No lo puede tapar, no lo manejá. No sé cómo se me ve, y tampoco quiero saberlo. Porque tampoco podría manejarlo. Cuando ves el marketing de Macri, está buenísimo. Pero cuando lo escuchás y ves las cosas que hace, se acabó todo marketing: lo que es, es más fuerte. Lo pongo en Macri porque para mí es el exponente más claro de una construcción que se contradice con lo que dice. Soy pro, pero no soy un carajo pro porque lo pongo al Fino Palacio, a Abel Posse, y porque me deschavo. La ideología se te escapa de las manos, aunque no la tengas se te escapa. Y quién sos y tu esencia también se te escapa. Por eso uno puede percibir cuando alguien es buena gente. Sin querer y gracias a Dios, se puede ver más allá de lo que le están diciendo. No podría ser amiga de un tipo que está a favor de Videla, no podría tener nunca sentado a mi mesa a alguien que diga que está bueno que hayan matado la cantidad de judíos que mataron. Eso no es libertad de expresión, es una pelotudez. En la vida pasa lo mismo, de alguna manera lo que somos se nos escapa de tal manera que lo mejor que uno puede hacer es alimentar esa parte que tenemos, que está más atrás de todo: lo no tangible. No sé si es el espíritu, el alma o no sé qué, pero está muy detrás de todo este sistema moderno que vivimos, este sistema capitalista que hace que tenga que ser una chica linda y con buen cuerpo. Eso no es lo importante. Me puede durar un rato. Y la verdad es que yo entré por ahí. He hecho miles de tapas de revista haciéndome la linda. Y algo de eso pegó. Pero lo que hoy más se me está devolviendo de una manera infinita es haberme corrido de ese lugar y decir: esta soy yo. Me está pasando desde un lugar que dije: hasta cuándo voy a seguir vendiendo chatarra. Y eso es increíble. Me corrí con el temor de decir ¡uy no voy a estar en el centro! Y me empezaron a pasar cosas hermosas."

1 comentario:

Anónimo dijo...

ME AGRADA QUE FLOR SEA TAN PROFUNDA Y A LA VEZ GRACIOSA!!! TE AMAMOS!!! SS LO MEJOR!!! :p